Bam Bam, el lolito que dejo todo por el fútbol

Via Lum.com - Cristián Caamaño M.
Entre batazos de béisbol y puñetazos de boxeo Ernesto Sinclair siempre tuvo un sueño en Ciudad de Panamá: a diferencia de sus amigotes, él quería ser jugador de fútbol, por mucho que no estuviera entre los deportes más populares del país. Aun así, se pasó gran parte de la niñez corriendo detrás de la pelotita.

A los 12 años, y sin mucho futuro en Panamá, Sinclair agarró sus pilchas y se vino a Chile a probar suerte, aceptando la invitación de un amigo.
"Ya a los seis años había ido a Costa Rica a jugar. Siempre me encantó el fútbol, así que cuando me dijeron que en Chile podia tener futuro, hice mi maletita y me vine", cuenta Bam Bam como le apodaban en su país, y quien la semana pasada s convirtió en resfuerzo de Palestino: "No tengo nada que ver con Iván Zamorano. Me dicen así porque mi hermana le gustaban Los Picapiedras y yo los veía con ella".

Más allá de su alegría irrefrenable por incorporarse a Palestino " porque cumplí un sueño", Sinclair no olvida las pneurias que le tocó vivir: "Salir tan pequeño de casa y dejar atrás a la familia, se me hizo doloroso. Pero nunca renuncié al sueñ de ser futbolista profesional".

De la mano de su amigo Victor, el joven panameño comenzó a golpear puertas en varios equipos, con poco éxito. "En la U no me pescaron. En Magallanes tampoco tuve suerte", recuerda Bam Bam, que luego se acercó al Monumental y aunque tuvo algunas semanas, igual lo cortaron: "Fernando Astengo, que tenía a la sub 15 en ese tiempo, me dijo que era muy bajo y me tuve ir. Me liquidó".

-La vida ofrece revanchas. Ahora te lo puedes topar como entrenador del equipo rival...
-La verdad es que en ese tiempo era muy bajito. Leugo me pegué un pequeño estirón y ya casi estoy en el metro setenta.

Sin suerte en Chile tras su fracasao en Colo Colo, Sinclair se instaló en Argentina durante año y medio, mientras jugaba en las juveniles de Estudiantes de La Plata. "Ahí sí que lo pasé mal. No tenía plata ni para comprar un helado. Vivía en la pensión del club y no tenía chance de trabajar en alguna cosa. Más encima, cuando tuvieron que hacerme contrato, vino la Bruja Verón y su papá, y en buenas palabras me dijeron que me tenía que ir", cuenta el muchacho, que de vuelta en Chile, se puso a trabajar en fletes para ganar unas monedas.

-Y ahí apareció Palestino.
-Algo así. Sabía que era mi última oportunidad y me la jugué toda. Luis Musrri me vio condiciones y autorizó mi fichaje. Ahora no le puedo fallar.

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